Monday, July 19, 2021

¡Viva el Papa! - una novela corta de Pedro Antonio de Alarcón

 

¡Viva el Papa! pt. 1 

por Pedro Antonio de Alarcón


Introduction

First part of the short story “¡Viva el Papa!,” which appears in the book “Novelas Cortas” by Pedro Antonio de Alarcón with notes by W.F. Giese. LibriVox recording read by Karen Savage.

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El tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histórico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya sólo por la materia, sino también por la forma.—Vivo está quien lo cuenta, como suele decirse..., y entiéndase que quien le cuenta no soy yo; es un Capitán retirado que dejó el servicio en 1814.

Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues, admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.[43-1]

Para invención, el asunto es de poca monta; y luego pertenece a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar nada....

Presumo de liberal,[43-2] y un pobre Capitán retirado me ha conmovido profundamente contándome los sinsabores... políticos de un Papa muy absolutista....

Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste mi derrota.

Habla mi Capitán.

II

Uno de los más calurosos días del mes de Julio de 1809, y ¡cuidado que[43-3] aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado,[43-4] que lo que sea no lo sé,[43-5] ni lo he sabido nunca, y maldita la falta[44-1] que me hacía saber que existía tal Francia en el mundo....

—¡Ah! ¿Conque era en Francia?...

—Pues ¡hombre![44-2] ¡Me gusta! ¿Dónde está el Delfinado sino en Francia?—Y no crean ustedes que ahí, en la frontera..., sino muy tierra adentro,[44-3] más cerca del Piamonte[44-4] que de España....

—¡Siga V...., Capitán! Los niños... que aprendan[44-5] en la escuela....—Y tú, ¡a ver si[44-6] te callas, Eduardito!

—Pues como digo, entrábamos en Montelimart, ahogados de calor y polvo, y rendidos[44-7] de caminar a pie(143) durante tres semanas, veintisiete[44-8] oficiales españoles que habíamos caído prisioneros en Gerona[44-9].... Mas no creáis[44-10] que en la capitulación de la plaza, sino en una salida que hicimos pocos días antes, a fin de(144) estorbar unas obras en el campamento francés.... Pero esto no hace al caso.(145) Ello es[44-11] que nos atraparon y nos llevaron a Perpiñán,[44-12] desde donde nos destinaron a Dijon[44-13].... Y ahí tienen Vds. el por qué[44-14] de lo que voy a referir.

Pues, señor, como uno se acostumbra a todo, y el Emperador nos pasaba[44-15] diez reales diarios durante el viaje—que íbamos haciendo a jornadas militares de tres o cuatro leguas,—y nadie nos custodiaba, porque cada uno de nosotros había respondido con su cabeza de que no desertarían los demás, y veintisiete españoles juntos no se han aburrido nunca, sucedía que, sin embargo del[44-16] calor, de la fatiga y de no saber ni una palabra de francés, pasábamos muchos ratos divertidos,[44-17] sobre todo desde las once de la mañana hasta las siete de la tarde, horas que permanecíamos en las poblaciones del tránsito; pues las jornadas las hacíamos de noche con la fresca.... A ver, Antonio, enciéndeme esta pipa.

Montelimart....—¡Bonito pueblo!...—El café está en una calle cerca de la Plaza, y en él entramos a refrescarnos, es decir, a evitar el sol... (pues los bolsillos no se prestaban a gollerías), en tanto que[44-18] tres de nuestros compañeros iban a ver al Prefecto[45-1] para que nos diese las boletas de alojamiento,[45-2] que en Francia se llaman mandat....

No sé si el café estará todavía como entonces estaba. ¡Han pasado cuarenta y cuatro años! Recuerdo que a la izquierda[45-3] de la puerta había una ventana de reja,[45-4] con cristales, y delante una mesa a la cual nos sentamos algunos de los oficiales, entre ellos C...., que ha sido diputado a Cortes[45-5] por Almería[45-6] y murió el año pasado(146)....—Ya veis que esto es cosa que puede preguntarse.[45-7]

—Pues ¿no dice V. que ha muerto?

—¡Hombre! Supongo que C.... se lo habrá contado[45-8] a su familia—respondió el Capitán, escarbando la pipa con la uña.

—¡Tiene V. razón, Capitán!—Siga V....; el que no lo crea, que[45-9] lo busque.

—¡Bien hablado, hijo mío!—Pues, como íbamos diciendo, sentados estábamos a la mesa del café, cuando vimos correr mucha gente por la calle, y oímos una gritería espantosa.... Pero como la gritería era en francés, no la entendimos.

Le Pape![45-10] Le Pape! Le Pape!...—decían los muchachos y las mujeres, levantando las manos al cielo, en tanto que todos los balcones se abrían y llenaban de gente, y los mozos del café y algunos gabachos que jugaban al billar se lanzaban a la calle con un palmo de boca abierta,[45-11] como si oyeran decir que el sol se había parado.

—¡Pues parado está, papá abuelo![45-12]

—¡Cállese V. cuando hablan los mayores! ¡A ver[45-13]... el deslenguado!

—No haga V. caso, Capitán.... ¡Estos niños de ahora!...

—Toma[45-14].... ¡Y si está parado[45-15]!...—murmuró el muchacho entre dientes.

Le Pape! Le Pape! ¿Qué significa esto?—nos preguntamos todos los oficiales. Y cogiendo a uno de los mozos del café, le dimos a entender(147) nuestra curiosidad.

El mozo tomó dos llaves; trazó con las manos una especie de morrión sobre su cabeza; se sentó en una silla, y dijo:

Le Pontife![46-1]

—¡Ah!... (dijo C....—que era el más avisado de nosotros.—¡Por eso fué luego diputado a Cortes!)—¡El Pontífice! ¡El Papa!

Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept.[46-2]

—¡Pío VII[46-3]!... ¡El Papa!... (exclamamos nosotros, sin atrevernos a creer lo que oíamos.) ¿Qué hace el Papa en Francia? Pues ¿no está el Papa en Roma? ¿Viajan los Papas? ¿El Papa en Montelimart?

No extrañéis nuestro asombro, hijos míos.... En aquel entonces[46-4] todas las cosas tenían más prestigio que hoy.—No se viajaba tan fácilmente, ni se publicaban tantos periódicos.—Yo creo que en toda España no había más que uno, tamaño como un recibo de contribución.[46-5]—El Papa era para nosotros un sér[46-6] sobrenatural..., no un hombre de carne y hueso....—¡En toda la tierra no había más que un Papa!... Y en aquel tiempo era la tierra mucho más grande que hoy.... ¡La tierra era el mundo..., y un mundo lleno de misterios, de regiones desconocidas, de continentes ignorados!—Además, aun sonaban en nuestros oídos aquellas palabras de nuestra madre y de nuestros maestros: «El Papa es el Vicario de Jesucristo; su representante en la tierra; una autoridad infalible, y lo que desatare o atare aquí, remanecerá atado o desatado en el cielo....»

Creo haberme explicado.—Creo que habréis comprendido todo el respeto, toda la veneración, todo el susto que experimentaríamos aquellos pobres españoles del siglo pasado, al oír decir que el Sumo Pontífice estaba en un villorrio de Francia y que íbamos a verle!

Efectivamente: no bien salimos del café, percibimos allá, en la Plaza (que como os he dicho estaba cerca), una empolvada silla de posta, parada delante de una casa de vulgar apariencia y custodiada por dos gendarmes de caballería, cuyos desnudos sables brillaban que era un contento[47-1]....

Más de quinientas personas había alrededor del carruaje, que examinaban con viva curiosidad, sin que se opusiesen a ello los gendarmes, quienes, en cambio,[47-2] no permitían al público acercarse a la puerta de aquella casa, donde se había apeado Pío VII mientras mudaban el tiro de caballos....

—Y ¿qué casa era aquélla, abuelito? ¿La del Alcalde?

—No, hijo mío.—Era el Parador de diligencias.

A nosotros, como a militares que éramos, nos tuvieron un poco más de consideración los gendarmes, y nos permitieron arrimarnos a la puerta.... Pero no así pasar el umbral.

De cualquier modo, pudimos ver perfectamente el siguiente grupo, que ocupaba uno de los ángulos de aquel portal u oficina.

Dos ancianos..., ¿qué digo? dos viejos decrépitos, cubiertos de sudor y de polvo, rendidos de fatiga, ahogados de calor, respirando apenas, bebían agua en un vaso de vidrio, que el uno pasó al otro después de mediarlo. Estaban sentados en sillas viejas de enea. Sus trajes talares, blanco el uno, y el otro de color de púrpura, hallábanse tan sucios y ajados por resultas de aquella larga caminata, que más parecían humildes ropones de peregrinos, que ostentosos hábitos de príncipes de la Iglesia....

Ningún distintivo podía revelarnos cuál era Pío VII (pues nada entendíamos nosotros de trajes cardenalicios ni pontificales), pero todos dijimos a un tiempo:

—¡Es el más alto! ¡El de las blancas vestiduras!

Y ¿sabéis por qué lo dijimos? Porque su compañero lloraba y él no; porque su tranquilidad revelaba que él era mártir; porque su humildad denotaba que él era el Rey.

En cuanto a su figura, me parece estarla viendo todavía. Imaginaos un hombre de más de setenta años, enjuto de carnes, de elevada talla y algo encorvado por la edad. Su rostro, surcado de pocas pero muy hondas arrugas, revelaba la más austera energía, dulcificada por unos labios bondadosos que parecían manar persuasión y consuelo. Su grave nariz, sus ojos de paz, marchitos por los años, y algunos cabellos tan blancos como la nieve, infundían juntamente reverencia y confianza. Sólo contemplando la cara de mi buen padre y la de algunos santos de mi devoción, había yo experimentado hasta entonces una emoción por aquel estilo.(148)

El sacerdote que acompañaba a Su Santidad era también muy viejo, y en su semblante, contraído por el dolor y la indignación, se descubría al hombre de pensamientos profundos y de acción rápida y decidida. Más parecía un general que un apóstol.

Pero ¿era cierto lo que veíamos? ¿El Pontífice preso, caminando en el rigor del estío, con todo el ardor del sol, entre dos groseros gendarmes, sin más comitiva que un sacerdote, sin otro hospedaje que el portal de una casa de postas, sin otra almohada que una silla de madera?

En tan extraordinario caso, en tan descomunal atropello, en tan terrible drama, sólo podía mediar un hombre más extraordinario, más descomunal, más terrible que cuanto veíamos[48-1]....—El nombre de NAPOLEÓN circuló por nuestros labios. ¡Napoleón nos tenía también a nosotros en el interior de Francia! ¡Napoleón había revuelto el Oriente,[48-2] encendido en guerra nuestra patria, derribado todos los tronos de Europa!—¡Él debía de ser quien arrancaba al Papa de la Silla de San Pedro[48-3] y lo paseaba así por el Imperio francés, como el pueblo judío paseó al Redentor por las calles de la ciudad deicida!

Pero ¿cuál era la suerte del beatísimo prisionero? ¿Qué había ocurrido en Roma? ¿Había una nueva religión en el Mediodía de Europa? ¿Era papa Napoleón?

Nada sabíamos..., y, si he de deciros[48-4] la verdad, por lo que a mí hace,[48-5] todavía no he tenido tiempo de averiguarlo.... —Yo se lo diré a V., por vía de paréntesis, en muy pocas palabras, Capitán.—Esto completará la historia de V., y dará toda su importancia a ese peregrino relato.


Notes

(The first figures refer to the original pages of text, and second figures to the reference figures in text).

43-1: creáis a puño cerrado: believe implicitly (lit. with clenched fists).

43-2: presumo de liberal: I pride myself on being a liberal (and hence inclined to anti clericalism as well as republicanism).

43-3: ¡cuidado que: take note that.

43-4: Delfinado: Dauphiné, a province in the southeast of France, bordering on Italy.

43-5: que lo que sea no lo sé: for I don't exactly know what it is.

44-1: y maldita la falta que me hacía: and little need had I. Maldito is often used colloquially as a negative word.

44-2: ¡hombre! ¡me gusta!: well! I like that! The vocative hombre is frequently used to express surprise, expostulation, etc. Here it is evidently addressed to a mere schoolboy.

44-3: tierra adentro: inland.

44-4: Piamonte: Piedmont, a province of northern Italy.

44-5: que aprendan: cf. note ¡Que... muera, p. 3, 6.

44-6: a ver: let us see. A ver may sometimes be rendered more freely, as here! look here!

44-7: rendidos: worn out.

44-8: veintisiete: cf. note veintiún, p. 22, 2.

44-9: Gerona: a city of Cataluña (province of northeastern Spain). It surrendered to the French in 1808, after heroically sustaining a siege for seven months.

44-10: no creáis: cf. note no seas, p. 6, 7.

44-11: ello es: cf. note ello es, p. 6, 1.

44-12: Perpiñán: Perpignan, a Mediterranean port of France a few miles from the Spanish frontier.

44-13: Dijon: a large French city, about two hundred miles southeast of Paris, in the direction of Geneva.

44-14: el por qué: the reason (lit. the wherefore).

44-15: pasaba: allowed.

44-16: sin embargo de: (== a pesar de) in spite of.

44-17: divertidos: cf. note olvidado, p. 31, 1.

44-18: en tanto que: while.

45-1: Prefecto: prefect, the head of a French department, corresponding in a way to the governor of a state in the United States.

45-2: boletas de alojamiento: billets (tickets directing soldiers in what house to lodge).

45-3: a la izquierda: cf. note a laderecha, p. 38, 4.

45-4: ventana de reja: grated window.

45-5: diputado á Cortes: deputy, member of the legislative body (Cortes).

45-6: Almería: city and province on the southern coast of Spain.

45-7: cosa que puede preguntarse: a thing that will bear inquiring into.

45-8: habrá contado: cf. note no habría andado, p. 8, 6.

45-9: que lo busque: cf. note que... muera, p. 3, 6.

45-10: Le Pape!: (French) the Pope!

45-11: con un palmo de boca abierto: open-mouthed; agape.

45-12: papá abuelo: cf. note papá abuelo, p. 15, 5.

45-13: A ver: cf. note a ver, p. 44, 6.

45-14: Toma: cf. note calla, p. 31, 5.

45-15: ¡Y si está parado!: but it is stopped. Cf. p. 4, line 12 and note.

46-1: Le Pontife: (French): the pontiff, the Pope.

46-2: Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept: (French) yes, sir. The Pope! Pius VII.

46-3: Pío VII: (sétimo or séptimo) cf. note Carlos XII, p. 16, 2. Pius VII was pope 1800-1823.

46-4: En aquel entonces: at that time.

46-5: recibo de contribución: tax receipt.

46-6: sér: used as a noun, is by some accented to distinguish it from the verb.

47-1: brillaban que era un contento: shone (so) that it was a delight.

47-2: en cambio: on the other hand.

48-1: que cuanto veíamos: (= que tanto cuanto veíamos): than everything we saw.

48-2: el Oriente: the reference is to Bonaparte's Egyptian campaign in 1798. Cf. note batalla de las Pirámides, p. 35, 7.

48-3: Silla de San Pedro: papal throne.

48-4: he de deciros: cf. note había de conocer, p. 3, 4.

48-5: por lo que a mí hace: as far as I am concerned; as for me.


Idiomatic Commentary

(Review 95, 101, 72, 138, 40, 32, 23, 123, 39, 56, 132, 99).

143. Caminaba a pie (cf. 135). — He went on foot.

144. Lo hizo a fin de irritarme. — He did it in order to anger me.

145. Eso no hace al caso. — That is not to the point.

(Review 129, 80, 15, 110, 7, 72, 133, 137, 105).

146. Se fué el año pasado. — He went off last year.

(Review 40, 9, 53, 137, 32, 96).

147. Me dió a entender. — He gave me to understand.

(Review 68, 119, 80, 47, 25, 81, 16).

(Review 27, 119, 47, 59, 80, 98).

148. O algo por el estilo. — Or something of the kind.

(Review 30, 141, 53, 65).


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¡Viva el Papa! pt. 2

Second part of the short story “¡Viva el Papa!,” which appears in the book “Novelas Cortas” by Pedro Antonio de Alarcón with notes by W.F. Giese. LibriVox recording read by Karen Savage.

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El día 17 de Mayo de ese mismo año de 1809 dió Napoleón un decreto, por el que[49-1] reunió al Imperio francés los Estados pontificios, declarando a Roma[49-2] ciudad imperial libre.

El pueblo romano no se atrevió a protestar contra esta medida; pero el Papa la resistió pasivamente desde su palacio del Quirinal,[49-3] donde aun contaba con(149) algunas autoridades y su guardia de suizos.

Sucedió entonces que unos pescadores del Tiber cogieron un esturión y quisieron regalárselo al Sucesor de San Pedro. Los franceses aprovecharon esta ocasión para dar el último paso contra la autoridad de Pío VII; gritaron: ¡al arma!; el cañón de Sant-Angelo[49-4] pregonó la extinción del gobierno temporal de los Papas, y la bandera tricolor[49-5] ondeó sobre el Vaticano.

El Secretario de Estado, cardenal Pacca (que sin duda era el sacerdote que V. encontró con Pío VII), corrió al lado de Su Santidad; y, al verse los dos ancianos, exclamaron: Consummatum est![49-6]

En efecto: mientras el Papa lanzaba su última excomunión contra los invasores, éstos penetraban en el Quirinal, derribando las puertas a hachazos.[49-7]

En la Sala de las Santificaciones[49-8] encontraron a cuarenta suizos, resto del poder del ex Rey de Roma,[49-9] quienes los dejaron pasar adelante por haber recibido orden de no oponer resistencia alguna.

El general Radet, jefe de los demoledores, encontró al Papa en la Sala de las Audiencias ordinarias, rodeado de los cardenales Pacca y Despuig y de algunos empleados de Secretaría. Pío VII vestía roquete y muceta;[50-1] había dejado su lecho para recibir al enemigo, y daba muestras de una tranquilidad asombrosa.

Era media noche. Radet, profundamente conmovido, no se atreve a hablar. Al fin intima al Sumo Pontífice que renuncie al gobierno temporal de los Estados romanos.[50-2] El Papa contesta que no le es posible hacerlo, porque no son suyos, sino de la Iglesia, cuyo administrador lo hizo la voluntad del Cielo.... Y el general Radet le replica mostrándole la orden de llevarlo prisionero a Francia.

Al amanecer del siguiente día salía Pío VII de su palacio entre esbirros y gendarmes, saltando sobre los escombros de las puertas, sin más comitiva que el cardenal Pacca, ni más restos de su grandeza mundanal que un papetto, moneda equivalente a cuatro reales de vellón,[50-3] que llevaba en el bolsillo.

En las afueras de la puerta del Popolo[50-4] lo esperaba una silla de posta, a la cual le hicieron subir, y después de esto cerraron las portezuelas con una llave, que Radet entregó a un gendarme de caballería.

Las persianas del lado derecho, en que se sentó el Papa, estaban clavadas, a fin de que no pudiese ser visto....

IV

—¡En esa silla lo encontré yo!...—¿Ven ustedes cómo no miento?

—Hace V. bien en interrumpirme, Capitán; porque yo he terminado, y el resto queremos oírlo de labios de V....

—Pues voy allá,[50-5] señores míos.

Íbamos diciendo(150) que Pío VII y el cardenal Pacca (¡mucho me alegro de haber llegado a saber su nombre!) estaban sentados en el portal de la casa de postas; que el pueblo se había agrupado en la calle; que los gendarmes le impedían el paso, y que nosotros los españoles conseguimos acercarnos tanto a la puerta, que veíamos perfectamente a los dos augustos sacerdotes.

Pío VII fijó casualmente la vista en nosotros, y sin duda conoció, por nuestros raros y destrozados uniformes, que también éramos extranjeros y cautivos de Napoleón.... Ello fué[51-1] que, después de decir algunas palabras al Cardenal, clavó en nosotros una larga y expresiva mirada.

En esto sonó allí cerca un fandango, divinamente tocado y cantado por los tres compañeros nuestros, que volvían ya con las boletas para alojarnos....

Creo haberos dicho que habíamos comprado dos guitarras antes de abandonar a Cataluña;[51-2] y si se me ha olvidado[51-3] decíroslo, os lo digo ahora.

Al oír aquel toque y la copla que le siguió, el Papa levantó otra vez la cabeza, y nos miró con mayor interés y ternura.

El italiano, el músico, había reconocido el canto.

¡Ya sabía que éramos españoles!

Ser español, significaba en aquel tiempo mucho más que ahora. Significaba ser vencedor del Capitán del siglo; ser soldado de Bailén y Zaragoza;[51-4] ser defensor de la historia, de la tradición, de la fe antigua; mantenedor de la independencia de las naciones; paladín[51-5] de Cristo; cruzado[51-6] de la libertad. —En esto último nos engañábamos.... Pero ¡cómo ha de ser!—¿Quién había de adivinar entonces, al defender a D. Fernando VII[51-7] contra los franceses, que él mismo los llamaría al cabo de catorce años y los traería a España en contra nuestra,[51-8] como sucedió en 1823?...—En fin; no quiero hablar..., ¡pues hay cosas que todavía me encienden la sangre!

El caso fué, volviendo a mi relato, que el rostro del Papa se cubrió de santo rubor al considerar nuestra desventura y recordar el heroísmo de que España estaba dando muestras al mundo..., y que el más puro entusiasmo chispeó en sus amantísimos ojos....—¡Parecía que aquellos ojos nos besaban! Nosotros, por nuestra parte, comprendiendo toda la predilección que nos demostraba en aquel momento el Sumo Pontífice, procurábamos expresarle con la mirada, con el gesto, con la actitud, nuestra veneración y piedad, así como el dolor y la indignación que sentíamos al verlo preso y ultrajado por sus malos hijos....—Casi instintivamente nos quitamos los morriones (cosa que chocó mucho a los franceses, los cuales seguían con sus gorros[52-1] encasquetados), y nos llevamos la mano derecha al corazón como quien hace[52-2] protestación de su fe.

El Papa levantó los ojos al cielo y se puso a rezar.—¡Sabía que una bendición de su mano podía atraer sobre nosotros la cólera del pueblo impío que nos rodeaba, como nosotros sabíamos que un grito de ¡viva el Papa! podía empeorar la situación del beatísimo prisionero!—¡Mostrábanse tan orgullosos los franceses que nos rodeaban al ver aquel supremo triunfo de la Revolución sobre la autoridad!... ¡Creían tan grande a la Francia en aquel momento!

En esto se abrió paso por entre la muchedumbre, y apareció en el cuadro que habían despejado los gendarmes, una mujer del pueblo, mucho más anciana que el Pontífice: una viejecita centenaria, pulcra y pobremente[52-3] vestida,(151) coronada de cabellos como la nieve, trémula por la edad y el entusiasmo, encorvada, llorosa, suplicante, llevando en las manos un azafate de mimbres secos lleno de melocotones, cuyos matices rojos y dorados se veían debajo de las verdes hojas con que estaban cubiertos....

Los gendarmes quisieron detenerla.... Pero ella los miró con tanta mansedumbre; era tan inofensiva su actitud; era su presente tan tierno y cariñoso; inspiraba su edad tanto respeto; había tal verdad en aquel acto de devoción; significaba tanto, en fin, aquel siglo pasado, fiel a sus creencias, que venía a saludar al Vicario de Jesucristo en medio de su calle de Amargura,[52-4] que los soldados de la Revolución y del Imperio comprendieron o sintieron que aquel anacronismo, aquella caridad de otra época, aquel corazón inerme y pacífico que había sobrevivido casualmente a la guillotina, en nada aminoraba ni deslucía los triunfos del conquistador de Europa, y dejaron a la pobre mujer del pueblo entrar en aquel afortunado portal, que ya nos había traído a la memoria otro portal, no menos afortunado, donde unos sencillos pastores hicieron también ofrendas al Hijo de Dios vivo....

Comenzó entonces una interesante escena entre la cristiana y el Pontífice.

Púsose ella de rodillas, y, sin articular palabra, presentó el azafate de frutos al augusto prisionero.

Pío VII enjugó con sus manos beatísimas las lágrimas que inundaban el rostro de la viejecita; y cuando ésta se inclinaba para besar el pie del Santo Padre,[53-1] él colocó una mano sobre aquellas canas humilladas, y levantó la otra al cielo con la inspirada actitud de un profeta.

—¡VIVA EL PAPA!—exclamamos entonces nosotros en nuestro idioma español, sin poder contenernos....

Y penetramos en el portal resueltos a todo.

Pío VII se pone de pie al oír aquel grito, y, tendiendo hacia nosotros las manos, nos detiene, cual si(152) su majestuosa actitud nos hubiese aniquilado.... Caemos, pues, de rodillas, y el Padre Santo nos bendice una, otra y tercera vez.

Al propio tiempo álzase en la puerta y en toda la Plaza como un huracán de gritos, y nosotros volvemos la cabeza horrorizados, creyendo que los franceses amenazan al Sumo Pontífice....—¡Lo de menos[53-2] era que nos amenazasen a nosotros!—¡Decididos estábamos a morir!

Pero ¡cuál fué nuestro asombro al ver que los gendarmes, los hombres del pueblo, las mujeres, los niños..., ¡todo Montelimart! estaba arrodillado, con la frente descubierta, con las lágrimas en los ojos, exclamando:

Vive le Pape![53-3]

Entonces se rompió la consigna: el pueblo invadió el portal y pidió su bendición al Pontífice. Éste cogió una hoja verde de las que cubrían el azafate de melocotones que seguía ofreciéndole la anciana, y la llevó a sus labios y la besó.

La multitud, por su parte, se apoderó de los frutos como de reliquias; todos abrazaron a la pobre mujer del pueblo; el Papa, trémulo de emoción, atravesó por entre la muchedumbre, nos bendijo otra vez al paso, y penetró en la silla de posta; y los gendarmes, avergonzados de lo que acababa de pasar, dieron la orden[54-1] de partir.

En cuanto a nosotros, durante todo aquel día no fuimos en Francia prisioneros de guerra, sino huéspedes de paz.

Conque... he dicho.

V[edit | edit source]

—¡Aun queda algo que(153) decir!...—(exclamó el mismo que contó poco antes lo acontecido en Roma.) ¡Óiganme Vds. a mí un momento!

En 1814, cinco años después de la escena referida por el Capitán, la fuerza de la opinión de toda Francia obligó a Napoleón Bonaparte a poner en libertad a Pío VII.

Volvió, pues, el Sumo Pontífice a recorrer el mismo camino en que le habían encontrado los prisioneros españoles, y he aquí cómo describe Chateaubriand[54-2] la despedida que hizo Francia al sucesor de San Pedro:

«Pío VII caminaba en medio de los cánticos y de las lágrimas, del repique de las campanas y de los gritos de ¡Viva el Papa! ¡Viva el Jefe de la Iglesia!... En las ciudades sólo quedaban los que no podían marchar, y los peregrinos pasaban la noche en los campos, en espera de la llegada del anciano sacerdote. TAL ES, SOBRE LA FUERZA DEL HACHA[54-3] Y DEL CETRO, LA SUPERIORIDAD DEL PODER DEL DÉBIL SOSTENIDO POR LA RELIGIÓN Y LA DESGRACIA.»


Guadix, 1857.


Notes

(The first figures refer to the original pages of text, and second figures to the reference figures in text).

49-1: por el queel que, la que, etc., are frequently used as pure relatives with the value of el cual, etc.

49-2: a Roma: cf. note a España, p. 35, 11. Rome was the capital of the estados pontificios, which included a large part of Italy. In the papal states the Pope exercised temporal as well as spiritual power.

49-3: Quirinal: cf. note p. 36, 4.

49-4: Sant-Angelo: (Italian), a fortified castle on the Tiber at Rome, defending the papal palace, the Vatican.

49-5: bandera tricolorthe tri-colored flag, the red, white, and blue flag adopted in France at the time of the Revolution.

49-6: consummatum est: (Latin), it is finished (the last words of Christ on the cross).

49-7: hachazos: cf. note pistoletazo, p. 18, 3.

49-8: Sala de las Santificaciones: one of the apartments of the Vatican.

49-9: el Rey de Roma: i.e. the Pope.

50-1: roquete y mucetarochet (surplice with narrow sleeves) and purple mantle (worn over the rochet).

50-2: estados Romanos: cf. note a Roma, p. 49, 2.

50-3: cuatro reales de vellón: four reales make a peseta, approximately of the same value as the papetto (Italian), a papal coin worth a little more than a lira or approximately twenty cents of our coin.

50-4: puerta del Popolo: (Italian: Porta del Popolo) one of the gates of Rome.

50-5: voy allá (or allá voy): I am coming to that.

51-1: Ello fué: cf. note ello es, p. 6, 1.

51-2: a Cataluña: cf. note el Principado, p. 16, 9, and note a España, p. 35, 11.

51-3: se me ha olvidadoI have forgotten.

51-4: Bailén: a city of southern Spain (Andalusia), the scene of a signal victory of the Spanish over the French, who capitulated to the number of 20,000 (1808). Zaragoza, a city in northeastern Spain (Aragon), the scene of two sieges (1808-1809), the Spanish holding out with desperate heroism against the French invaders, and only surrendering after 50,000 of themselves had perished.

51-5: paladín: this term was applied to the knights of Charlemagne, and by extension, to any knight errant, or chivalrous and warlike hero.

51-6: cruzadocrusader (from cruz, cross, which was worn as a badge).

51-7: Fernando VII: cf. note Fernando, p. 34, 5. Ferdinand welcomed the intervention of the French in Spain to support him in his absolutism against the advanced party, which clamored for constitutional liberties. The French expedition (1823) was completely successful, the resistance being so slight that the French describe the invasion as a promenade militaire.

51-8: en contra nuestrain opposition to us.

52-1: seguían con sus gorros encasquetadoskept on their caps (lit. continued with, etc.).

52-2: como quien hacelike (one) who makes.

52-3: pulcra y pobrementeneatly though poorly. When two or more adverbs ending in mente are joined by a conjunction, the first one loses this termination.

52-4: calle de Amargura: the Via Dolorosa, or road passed over by Jesus bearing the cross to the place of crucifixion.

53-1: Santo Padreholy Father, i.e. the Pope, while Padre Santo is one of the Fathers of the church, as Saint Augustine, etc.,—a distinction not always observed,—cf. line 22.

53-2: Lo de menosa far less important matter.

53-3: Vive le Pape: (French) long live the Pope.

54-1: la orden: cf. note orden, p. 39, 1.

54-2: Chateaubriand (1768-1848): a great French writer. He chose to be a kind of official paladin of Catholicism.

54-3: del hacha: cf. note al ave, p. 25, 3.


Idiomatic Commentary

149. Cuento con él. — I count on him.

(Review 83).

150. Como íbamos diciendo. — As we were saying.

(Review 83, 133, 53, 113, 98, 80).

(Review 53, 29, 133, 74, 80, 99, 61).

151. Se vestía lujosa y elegantemente. — He dressed luxuriously and elegantly.

(Review 3, 53, 135, 113).

152. Cual si hubiese visto. — As if he had seen.

(Review 88, 113, 81, 12, 77).

153. No tengo nada que hacer. — I have nothing to do.

(Review 40, 53, 32, 61).



 

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