Les tengo buenas y malas noticias. Las buenas son que 52% de los estadounidenses apoya al candidato presidencial demócrata de Estados Unidos, Joe Biden, según el promedio de encuestas del sitio FiveThirtyEight. La mala es que 42% apoya al presidente Donald Trump.

¿Por qué Trump no va perdiendo por muchos más puntos? ¿Cómo es posible que tanta gente siga de su lado a pesar de todo lo que ha salido mal en su administración?

Trump está de camino a ser el primer presidente en ver una pérdida neta de empleos desde la Segunda Guerra Mundial. Peor aún: ha estado al mando durante la pérdida de 214,000 vidas y contando. Esta cifra ya equivale a cuatro veces más las bajas de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, el que hasta ahora había sido el punto más bajo de la ineptitud presidencial. Incluso después de haberse enfermado de COVID-19, Trump se niega a tomar en serio la pandemia. Mientras sigue realizando mítines políticos en los que la propagación del virus está prácticamente garantizada, el presidente también sigue prometiendo que la pandemia desaparecerá por sí sola, como por arte de magia.

Si esto no fuera razón suficiente para votar por Biden, también está el hecho de que Trump ha abusado de su poder: incluso enfrentó un juicio político por ello. Ha hecho del racismo y la xenofobia la moneda de cambio de su administración. Ha incitado a la violencia. Ha reverenciado a dictadores y ha destrozado nuestras alianzas. Ha recibido con brazos abiertos los ataques de Rusia a nuestras elecciones. Ha encerrado niños en jaulas. Ha llamado a que encarcelen a sus oponentes. Trump ha sumado un montón de argumentos convincentes para ganarse el título del peor presidente en la historia de Estados Unidos.

Y sin embargo, decenas de millones de votantes todavía lo apoyan. ¿En qué están pensando? Comprendo que hay votantes que toman su decisión con base en un solo tema, gente que tiene opiniones apasionadas sobre la reducción de los impuestos, las nominaciones de jueces a la Corte Suprema, el aborto o Israel. También gente para quienes las groserías, el racismo y la xenofobia de Trump no son un punto en su contra sino parte de su encanto. De hecho, hay estudios que demuestran que apelar a los prejuicios de su audiencia fue el factor más importante en la victoria de Trump en 2016.

Por supuesto, también hay muchos votantes que están convencidos de que Trump es el mal menor, porque Biden supuestamente está tramando un complot para convertir a Estados Unidos en una “versión a gran escala de Venezuela", y al mismo tiempo sufre de “demencia”. Aseguran que Biden es un “títere” de la extrema izquierda, aunque se opone al Medicare para todos, al Green New Deal, a prohibir el fracking, a quitarle fondos a la Policía, a expandir la Corte Suprema y a otras ideas progresistas.

El hecho mismo de que tanta gente esté tan dispuesta a creer en semejantes sinsentidos acerca de Biden (un centrista de toda la vida, mucho más articulado y coherente que Trump) es un signo preocupante de lo mucho que se ha alejado una gran parte del país del discurso racional y factual. Muchos votantes apoyan a Trump porque viven en una burbuja de desinformación sellada herméticamente, impermeable a la realidad.

Una encuesta del Pew Research Center deja claro lo extendido que está este problema. Entre las personas que se informan acerca de las elecciones principalmente a través de los “noticieros” del canal Fox News, 86% dice que Trump está dando un mensaje “totalmente correcto” o “mayormente correcto” en lo que respecta a la pandemia, 78% dice que “Estados Unidos ha controlado el brote tanto como era posible” y 61% dice que Trump y su administración atinan en los hechos del coronavirus “casi todas” o “la mayor parte de las veces”. Tal vez el descubrimiento más perturbador es que 39% de la audiencia de Fox News dice que QAnon —una descabellada teoría conspirativa que propone que los adversarios de Trump son pederastas satanistas— es “algo” o “muy buena” para el país.

Perdón, pero estos no son temas en los que personas racionales puedan sostener desacuerdos. El mensaje de Trump sobre el COVID-19 —que “está desapareciendo”, como dijo a mediados de octubre— es objetivamente falso. A inicios de octubre, los casos confirmados en Estados Unidos aumentaron 19.8% y las hospitalizaciones por el virus aumentaron 10.7%. Trump afirma lo contrario, pero hemos tenido un desempeño mucho peor que el de la mayoría de los países desarrollados. Si tuviéramos la misma tasa de mortalidad que Canadá, 132,000 víctimas del coronavirus aún estarían vivas. Y ni falta debería hacer mencionar que QAnon, cuyos seguidores han estado vinculados a numerosos actos violentos, no es ninguna revelación sino un embuste.

El senador por Nueva York Daniel Patrick Moynihan (demócrata) solía decir: “Todo mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos”. Esto ya no es cierto.

Aunque hay pensamiento irracional y conspirativo tanto en la derecha como en la izquierda, en las últimas décadas la derecha ha sido mucho más afectada por una epidemia de “hechos alternativos”. Esto no es algo nuevo: las teorías conspirativas acerca de la fluoración del agua, el escándalo de Whitewater, el viaje de Bill Clinton a Moscú en 1969 y la del acta de nacimiento de Barack Obama son anteriores a la presidencia de Trump. Pero el ascenso de Fox News y Facebook han permitido que los bulos o “fake news” se propaguen con mucha mayor facilidad, y Trump les da el sello de aprobación del Despacho Oval. Si ya está mal que el presidente mienta tanto, es todavía peor que tanta gente piense que está diciendo la verdad.

Desafortunadamente, incluso si Trump pierde, una gran parte del país seguirá creyendo muchas cosas que simplemente no son ciertas, y un número pequeño pero significativo de ellos podría desembocar en violencia por culpa de sus creencias lunáticas. El alarmante plan de una milicia de extrema derecha para secuestrar a la gobernadora de Michigan podría ser solo un botón de muestra de lo que viene. Como advirtió Francisco Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”.

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